«Estamos lejos de lo que sería lo ideal, pero no estamos mal»
Así lo indicó Alejandro Irigoyen cuando se refirió al trabajo de los ingenieros en plena emergencia sanitaria por el coronavirus. El profesional reconoció que la actividad se mantuvo a pesar de las restricciones; y marcó como uno de los factores negativos el abrupto aumento que vienen teniendo los materiales para la construcción. Por otro lado, se mostró agradecido por el reconocimiento que recibirá por cumplir 30 años en la profesión.
16 de junio de 2021
El ingeniero Alejandro Irigoyen habló con EL TIEMPO sobre su largo camino ya recorrido en la profesión y sobre las dificultades que, desde la aparición de la pandemia por coronavirus, debieron afrontar y aprender a sortear quienes trabajan en el rubro.
Vale destacar que el profesional azuleño será reconocido en estos días por el Colegio de Ingenieros del Distrito III, con una medalla a la trayectoria, por cumplir tres décadas desempeñando la actividad.
En diálogo con este diario, Irigoyen hizo referencia al rol de los ingenieros en tiempos de emergencia sanitaria y consideró que, como todos los rubros, tuvieron que atravesar etapas con distintos niveles de restricciones.
«El año pasado -dijo- tuvimos un parate total por seis semanas y después, con una serie de protocolos, pudimos retomar la actividad. Este año, hace poco, tuvimos un cierre total de una semana; pero el resto de los meses hemos tenido cierta normalidad en término de trabajo en obra y demás, con las complicaciones lógicas que representa cumplir con el distanciamiento, el uso de barbijo y demás, que a veces para una obra generan cierta complicación».
«Mirando el contexto de forma más general, se pudo seguir trabajando, con meses donde la actividad mejoraba y otros en los que había mucho parate en términos de actividad inmobiliaria, que está muy relacionada con lo nuestro. Pero el trabajo profesional estuvo ‘a caballo’, como siempre, de la actividad de la construcción, que en general se mantuvo», explicó y destacó que en muchos casos la gente optó por invertir en construcción, ante la imposibilidad de viajar o hacer otros planes debido a la pandemia.
Consultado sobre el repunte que había tenido la construcción y el desarrollo de la obra pública antes de la emergencia sanitaria, el profesional indicó: «Cuando uno habla con los colegas no se percibe que haya menos trabajo. Todos tienen un nivel de trabajo aceptable y en algunos casos, hasta más que aceptable. Tal vez, la contra que se está viendo ahora es que el aumento de materiales no se detiene y ha sido muy importante en los últimos meses».
«El año pasado tuvimos un costo de construcción medido en dólares de los más bajos de los últimos veinte o treinta años. Eso ayudó a que algunos se decidieran a invertir o hacer alguna construcción particular, como una casa o realizar una ampliación. Ese costo, que fue muy bajo en dólares, se ha ido encareciendo porque los materiales en pesos están aumentando desde hace diez meses a un ritmo importante», sostuvo y después agregó: «Estamos lejos de lo que sería lo ideal, pero no estamos mal».
Público y privado
En otro tramo de la entrevista, Irigoyen se refirió a los avances que hubo en materia de desarrollo de obras, tanto en la órbita pública como en la privada. Y mencionó: «Históricamente, cualquier gobierno de turno que tuvo que utilizar la herramienta de la industria de la construcción para reactivar la economía lo hizo a través de las obras de infraestructura a nivel nacional y provincial y de planes de viviendas accesibles para familias jóvenes con créditos hipotecarios alcanzables».
En este punto, reconoció que una de las últimas experiencias en esa materia no tuvo el resultado esperado, ya que «con los créditos UVA, al haber un atraso en las paritarias con respecto a la inflación, generaron mucho daño. La gente quedó tocada con eso; y con un poco de miedo».
«Ahora hay un nuevo plan donde muchos se están anotando. Sirvió también para la reactivación de la venta de algunos lotes para lograr la adjudicación del crédito. La realidad es que es tal el déficit de viviendas que, cuando un gobierno saca un plan accesible a treinta años con una tasa razonable, la demanda es infinita. No alcanza la industria para abastecer la demanda si todas las familias jóvenes se largaran a construir su casa en dos o tres años», reflexionó.
El rol de los ingenieros
Más adelante Alejandro Irigoyen repasó una cuestión que siempre es materia de debate, relacionada a si alcanza el número de ingenieros que hay trabajando en la actualidad y si hace falta fomentar en los jóvenes este tipo de formación académica.
«Las matemáticas nunca fueron las más elegidas por los estudiantes secundarios. A quienes nos gustaban, terminábamos apuntando hacia una carrera de ciencias duras, que no siempre era la ingeniería. Teniendo hijos bastante jóvenes pude comprobar que a las carreras con proyección a las ciencias duras los chicos no les tienen mucha simpatía. Eso no sé si obedece a que no se ha modernizado el sistema de enseñanza para que los chicos la naturalicen; pero creo que esta es la primer causa directa de que no tengamos una mayor cantidad de ingenieros de cualquiera de las ramas en todo el país», aseveró.
«Tenemos una superpoblación de abogados y un déficit de ingenieros -afirmó-. Esto es notable desde hace mucho tiempo y creo que un país que busca un desarrollo importante y en todas las ramas debe contar con ingenieros de calidad para acompañar ese proceso».
Un reconocimiento
Por último, habló del reconocimiento que recibirá por parte del colegio de profesionales que integra. En su caso, por cumplir nada menos que treinta años ejerciendo la profesión.
«Primero uno debe agradecer a todos el hecho de haber podido alcanzar la educación universitaria. Y en segundo término, también hay que agradecer por haber podido ejercer durante tanto tiempo. Nos sirvió como herramienta de vida para hacer crecer a nuestras familias y pagar los estudios a nuestros hijos. Es una serie de cosas que se va encadenando de cuestiones positivas. Y cuando alguien accede a un nivel de educación terciaria o universitaria, lo primero que me surge ante una situación así es agradecer», expresó.
«Tengo 58 años y pienso que aún me quedan por delante algunos años de actividad intensa. Uno se va dando cuenta que está grande y así son los ciclos de la vida. Pero cuando mira para atrás, ve las obras realizadas y la experiencia de vida que ha hecho a partir de la profesión, lo único que se puede hacer es agradecer», dijo finalmente Irigoyen. (El Tiempo)