Organizado por el Colegio de Ingenieros Distrito III: Brillante charla de «Pepe» Mujica
Una nota de Daniel Lovano para Diario El Popular
José Alberto Mujica Cordano nació en Montevideo, República Oriental Uruguay, el 20 de mayo de 1935. Podría ser cualquier Mujica de la guía, pero es «El Pepe» Mujica, el prócer viviente que tienen los uruguayos, y anoche ofreció una disertación brillante a través del Zoom, convocado por el Colegio de Ingenieros del Distrito III.
«Desarrollo Regional – Importancia de la Ciencia, la tecnología y la ingeniería» fue la temática convocante.
Sin embargo, el ex presidente de los orientales -en poco menos de una hora de charla- ofreció una clase magistral que, tal vez, no pueda traducirse en toda su magnitud en un texto. Simplemente porque todo lo que dijo no fueron sólo palabras.
Cuando habla «El Pepe» hay mucho más que ello. «A lo mejor la voz llega un poco cansada por los años» abrió desde su austera quinta en el Rincón de Cerro, las afueras de Montevideo, donde cada tanto aparecía en el fondo de la imagen la silueta de su compañera de toda la vida, Lucía Topolansky.
«Yo concuerdo con un viejo historiador argentino, ya desparecido: ‘Hicimos muchos países, está pendiente la nación’. Una nación federal que nos abarque, que nos dé estatura y que permita a las generaciones que vienen ser alguien en este mundo, que a los tumbos se está organizando en gigantescas unidades» dijo, reiterando su inquebrantable espíritu americanista.
«Cono todas las diferencias tenemos más identidades comunes de las que pueden tener los europeos y, sin embargo, por aquello que dijo Unamuno -que nunca estuvo en América-, en cada puerto importante terminamos haciendo un país» reflexionó.
Mujica definió a esta América como balcanizada, «discutiendo si hacemos acuerdos con Fulano o con Mengano, y muy lentos en hacer acuerdos entre nosotros».
Recordó a Juan Domingo Perón, cuando dijo «el próximo siglo nos encontrará unidos o vencidos (sic)». «Digo esto porque soy un paisano con aspiraciones políticas; me gasté la vida para cambiar al mundo y puedo decir algunas cosas por las que he transitado» arrancó.
«Estamos en un cambio de época, pero no es un cambio más. No es un ciclo más de una revolución industrial; esto es una cosa distinta, porque ahora se entra a sustituir la materia gris. Hasta ahora implementábamos la eficiencia del músculo, ahora la historia empieza a caminar sustituyendo nuestro tejido nervioso» opinó.
«El Pepe» anticipó que «es alucinante lo que viene, para bien y para mal. Y me doy cuenta que no tenemos conciencia del terremoto que significa este cambio civilizatorio a enorme velocidad».
El presidente de Uruguay entre 2010 y 2015 advirtió que «si en esta América Latina en los próximos 25 años la grieta política no se da cuenta de que debemos invertir una fortuna en la calificación de nuestros jóvenes, y llevarlos a una formación terciaria, vamos a ser un continente mucho más relegado que hoy, porque la distancia que está sacando el mundo desarrollado es acumulativa».
«Me doy cuenta de que no hay conciencia de esto, y no se lo puedo plantear a los ingenieros» reconoció y alertó que «esta es una cuestión que va a definir el rumbo de nuestras sociedades».
«Siempre llegamos tarde en la investigación científica, y formamos gente para que lo mejor se vaya al mundo rico. Somos incapaces de retener a los talentos en nuestra América, y todavía estamos parcelados. Un ingeniero o un médico argentinos deben revalidar su título en Uruguay… estamos aún con remedios feudales» observó.
Criticó y se autocriticó como parte de la clase política. «Desembocamos en cuánto te vendo y cuánto me vendés. Es una integración fenicia, y no procuramos integrar nuestras universidades, porque si no empezamos por integrar la inteligencia, jamás se va a integrar el cuerpo» subrayó.
Tomándose su tiempo, pensando bien cada frase, extendiendo lo necesario cada pausa, poniendo todas las comas necesarias y más, «El Pepe» siguió sosteniendo que el «apoyo a la ciencia y al desarrollo científico van quedando atrás, como se puede. Porque nuestros ministros de economía, en toda América, están preocupados en los equilibrios fiscales. Quieren tener la libertad para tapar los agujeros, y en América Latina si se quiere priorizar a la ciencia hay que invertir, y para ello hay que ir a sistemas impositivos asignados, como hace Holanda».
«A la ciencia y a la educación superior siempre llegan las chirolas, y cuasi mendigando» cuestionó Mujica.
«Primera conclusión: el mundo que viene exige alta calificación para nuestra gente, de lo contrario vamos a quedar para limpiar los laboratorios y para hacer los trabajos fregoneros que no van a querer hacer ellos. Vamos a ser parte de un mundo irrelevante, no necesario» vislumbró.
Los mejores van a emigrar y van a ser contratados por empresas trasnacionales auguró: «Este es otro aspecto que está hoy presente. Hay una tendencia irreversible hacia la trasnacionalización en todas las ramas de la economía».
Habló de los almacenes de gente que dieron paso a las cadenas internacionales de supermercados; de las farmacias de barrio reemplazadas por firmas multinacionales; del panadero de la esquina sustituido por fábricas de pan extranjeras. «Este proceso se acentúa» observó.
«A este paso, lo que en mi juventud definíamos como proletarios van a ser reemplazados por gente altamente calificada, los que van a dejar plusvalía y ganancia, porque la evolución del trabajo va a imponer inevitablemente la alta calificación técnica de los trabajadores» señaló «El Pepe».
Su disertación se extendió por espacio de unos 45’, sin ningún tipo de interrupción. «Más que por piedad, a los que se queden al margen los van a hacer vivir de alguna forma, porque necesitan consumidores. Nuestro destino es ser trabajadores de empresas trasnacionales, pero no vamos a dejar de ser proletarios por eso» marcó.
Pese a su diagnóstico, confesó que hay alternativas. «Tenemos que darnos cuenta de cuáles son las características de nuestra época».
Identificó al «conocimiento como palanca inevitable, ineludible y necesaria; la tendencia a sustituir con inteligencia artificial lo que podían considerarse trabajos mecánicos del hombre; una concentración excesiva de todas las ramas de la economía en el capital trasnacional, que no está llevando a perder soberanía sobre las ganancias».
«Las burguesías nacionales, acorraladas, se están pasando al rentismo. No se la juega a campo abierto para desarrollar empresas» precisó.
En este marco, Mujica ve que «la política se está dando el lujo de ignorar a la ciencia y la pandemia es un ejemplo de ello. No es la ciencia la que falla, sino la política».
«La crisis ecológica que tenemos es en el fondo una crisis política. Hemos desatado un tipo de civilización que no tiene gobierno. La gobierna el mercado y por lo tanto es ciega» enfatizó.
Recordó cuando Joe Biden manifestó su acuerdo con colectivizar las patentes para incrementar la producción de vacunas contra la COVID. «Pero se ve que le tiraron de las orejas y nunca más abrió la boca» bromeó.
«Este es un problema mundial y hubiésemos necesitado políticas globales» afirmó. El cambio climático formó parte de su disertación. «Los hombres de ciencia hace más de 30 años nos dijeron en Kioto lo que estaba pasando, nos dijeron las medidas y ahora estamos con el agua al cuello. No es la ciencia, es la política la que está fracasando, porque no escucha a la ciencia» disparó.
«No se puede hacer política despreciando las conclusiones científicas, porque es comerse la parte más difícil de la realidad. Hay un tácito desprecio por la inteligencia científica, entonces los hombres de ciencia empiezan a tener una responsabilidad tremenda, pero deben hacerse oír» pidió.
«Es imposible que cada político sea un científico, lo que es posible es que escuche. Todas nuestras prioridades están cooptadas por el que grita más, el que tiene peso social o peso económico para tironear decisiones a favor, y van quedando el conocimiento y la ciencia relegados» lamentó.
«Aparecen problemas globales que necesitan decisiones globales» destacó Mujica. «¿Los humanos habremos llegado al límite de nuestra capacidad política de dirigirnos; habremos tocado los límites de nuestro disco rígido?» se preguntó.
«Globalizaciones ha habido varias en la historia, todas tuvieron una dirección política. A esta no la dirige nadie, lo está haciendo el mercando, entonces parece que lo que es éxito de mercado marca el rumbo. ¿Y qué pito toca la gente en todo esto?» denunció.
«Acá viene el papel de la política. No es una ciencia exacta, pero no puede rehuir de las ciencias exactas. Soy bastante pesimista, tengo que confesarlo. Uno no se puede explicar cómo en un país como Estados Unidos, con un núcleo de los hombres de ciencias más calificados que hay en este mundo, con las universidades más brillantes, termine eligiendo a un tipo como Trump. Esto no es una discusión de izquierdas o derechas, es peor» evaluó.
«Nadie salió a colectivizar las patentes. Y no tuvimos la autoridad política de imponerlo porque es más importante la propiedad del conocimiento que la vida de la gente. Y soy pesimista porque el cambio climático necesita medidas mundiales, que empiezan por Estados Unidos, la China, India, Europa y después todos los demás» apuntó.
«¿Cuándo las universidades públicas de América Latina van a pelear para que la inteligencia ocupe su lugar? Debe haber una diplomacia universitaria. No deleguen esa posibilidad en la política. Si no juntamos los ‘baleros’ de nuestra América estamos fritos» sostuvo «El Pepe».
«Hay un terremoto de cosas por descubrir todavía» proclamó. «Ahí está la fotosíntesis; todavía no sabemos cómo se procesa esa maravilla de 30 y pico reacciones químicas en cadena en fracciones de segundos. La naturaleza es inagotable, nos puede dar mucho, pero hay que invertir, hay que formar gente y estamos al costado. No somos dueños de toda esa epopeya» verbalizó.
«La única cosa alentadora que he recogido en Oxford, en universidades de Francia, México y Turquía, en Harvard, en Tokio es una especie inconformista natural en las masas emergentes de estudiantes calificados. Es la levadura de una humanidad mejor» celebró.
«El hombre nunca tuvo tanto como tiene hoy, pero nunca el hombre puso tanto en peligro como hoy el futuro de la humanidad. Estamos organizando conscientemente un gigantesco sartén como para fritarnos en él, sabiendo cuáles son los orígenes del cambio climático. Estamos poniendo en peligro la vida de las especies, de toda esa flora y fauna que nos acompaña en las vueltas de este planeta en el universo» cuestionó.
«Es probable que la vida sea un privilegio de este terroncito humilde que da vueltas. El haber nacido es milagroso, pero como es cotidiano no nos damos cuenta. ¿Cuál es el sentido de la vida humana? ¿Venir a estar cubiertos de obligaciones o gozar el hecho milagroso de vivir? ¿Pagar cuotas?» se interrogó.
«Las viejas religiones intentaban dar respuestas a estas preguntas. Los hombres de ciencia nos mataron el alma, el espíritu, nos mataron todo… pero ahora deben pelear por mantener la llama del amor a la vida. No sólo la nuestra, sino la que nos acompaña en esta navecita que está dando vueltas» expresó.
«Amar la vida y poner la ciencia y la política al servicio de esta causa» fue su siguiente propuesta. Siguieron otras, ninguna más perfecta que esta para cerrar la charla de este prócer contemporáneo de la América toda.